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"ARGENTINA, DE SERIO... NO TIENE NADA"

Soy un tipo acostumbrado… a que nadie respete las normas de tránsito y después se llenen la boca hablando de educación vial, o se horroricen por la cantidad de muertos en es. Acostumbrado que ante cualquier reclamo, aún siendo justificado, corten rutas o puentes, y generen un caos: largas filas de autos, camiones, micros y todos los inconvenientes a los ciudadanos.

Acostumbrado a los precios de los alimentos exageradamente altos, ya sea por la especulación de comerciantes, proveedores, o quien sabe qué parte de la cadena comercial. Nos acostumbramos a todo y seguimos dóciles, porque el ciudadano común no es capaz de ir a cortar rutas aunque le sobren motivos para hacerlo, porque se levanta todos los días a laburar o a estudiar y se queja por lo bajo simplemente. Estoy acostumbrado a la Argentina de las piñas en las canchas, porque los barrabravas son dueños del descontrol, “bendecidos por los dueños del fútbol”, algunos de los que después ingresan al otro gran negocio que es la política. Estoy acostumbrado a las piñas en las marchas políticas, entre sindicatos, entre policías y obreros, entre obreros contra obreros, desocupados contra señoras de barrio norte, diputados contra ex diputados, ¡qué idiotez! Sin dudas que somos el país de la intolerancia, y así nos ve el mundo, porque ya no aprendemos como sociedad, enferma de mediocridad. Acostumbrado a que en toda oficina pública te pidan unos “pesos”, para hacerte el trámite “más rápido”, y ver la cara de los otros que siguen esperando en las filas. Este país cargado de inútiles que se regocijan con la viveza criolla y se creen estrellas, poderosos, o vaya a saber lo que piensan. Acostumbrado a ver las mismas porquerías en la TV y que los programas que supuestamente los critican les den más prensa y espacio analizándolos. A las acusaciones cruzadas, entre funcionarios y dirigentes, algunas veces sin argumentos y otras con calificaciones tan absurdas. A vivir rodeado de discriminación; es innegable lo que se percibe día a día en las calles... diferencias por color de piel, por peso, o principalmente por condición social. En los jóvenes esto se palpa mucho más, y muchos otros aspectos que constituyen a un tejido social cada vez mas desintegrado. Por eso cuando veo el slogan del gobierno: “Argentina, un país en serio”, no puedo evitarlo y empiezo a reírme.
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LA RETAGUARDIA: TANTO O MÁS IMPORTANTE QUE LLEVAR TODO POR DELANTE

Como dicen: "lo prometido es deuda", y a continuación les extracto la segunda parte del posteo pasado, la oda intitulada, sin ningún tipo de circunloquios o retórica del lenguaje, El culo de una arquitecta. A diferencia del anterior sobre... -¡Sí! ¡Las tetas señora...!"- no es tan extenso como el anterior del mismo hilarante autor Pedro Mairal.

Pasamos a la sugestiva lectura sobre algo tan conocido por su devastador efecto en el público masculino, como por la "inocente" sugestión del contribuyente público femenino para buenos humores y cachondeo de los primeros.

por Pedro Mairal
No suelo concordar con el prójimo varón sobre cuál es el mejor culo. Noto un gusto general por el culito escuálido de las os flacas. A mí me gustan grandes, hospitalarios, macizos. Me gusta el culo balcón, que sobresale y se autosustenta como un milagro de ingeniería. El culo bien latino, rappero, reggaetón, de doble pompa viva y prodigiosa. Me salen versos cuando hablo de culos. Quizá porque en los culos hay algo más antiguo y atávico que en las tetas, que en realidad son una intelectualización. Las tetas son renacentistas, pero el culo es primitivo, neanderthaliano. Con su poder de atracción inequívoca, su convergencia invitadora, es un hit prehistórico. Despierta nuestro costado más bestial: el del acoplamiento en cuatro patas. Las tetas son un invento más reciente, son prosaicas. El culo, en cambio, es lírico, musical, cadencioso, indiscernible del meneo de caderas, del ritmo, la batida de la bossa que retrata a la garota que se aleja en Ipanema. Porque el culo siempre se aleja, siempre se va yendo, invitando a que lo sigan. Se mueve en dirección contraria de las tetas que siempre vienen y por eso suelen ser alarmantes, amenazadoras, casi bélicas (me acuerdo de las tetas de Afrodita, la novia de Mazinger Z, que se disparaban como dos misiles). Las tetas confrontan, el culo huye, es elegía de sí mismo, se va yendo como la vida misma y deja tristes a los hombres pensando qué cosa más linda, más llena de gracia aquella morena que viene y que pasa con dulce balance camino del mar. Las mujeres argentinas tienen orto, las colombianas jopo, las brasileras bunda, las mexicanas bote, las peruanas tarro, las cubanas nevera o fambeco, las chilenas tienen poto. O mejor dicho, las chilenas no tienen poto, según mis amigos transandinos que se quejan de esa falta y quedan asombrados cuando viajan por Latinoamérica. Yo mismo casi me encadeno a la muralla del Baluarte de San Francisco en el último Hay Festival de Cartagena de Indias para no tener que volver y poder seguir admirando el desfile incesante de cartageneras o barranquilleras cuyos culos altaneros merecían no este breve artículo sino un tratado enciclopédico o un poemario como el Canto General. De las cosas que hacen las mujeres por su culo, la que más ternura me da es cuando lo acercan a la estufa para calentarlo. No lo pueden evitar. Pasan frente a una chimenea o un radiador y acercan el culo, lo empollan un rato. El culo es la parte más fría de una mujer. Siempre sorprende al tacto esa temperatura, el frescor del cachete en el primer encuentro con la mano. Durante el abrazo, se puede llegar a los cachetes de dos maneras. Una es desde arriba, si la mujer tiene puesto un pantalón, pero es dificultoso y lo ajustado de la tela impide la maniobra y la palmada vital. La otra forma es desde abajo y eso es lo mejor, cuando se alcanza el culo levantando de a poco el vestido, por los muslos, y de pronto se llega a esas órbitas gemelas, esa abundancia a manos llenas. En ese instante se siente que las manos no fueron hechas para ninguna otra cosa más que palpar esa felicidad, para sentir con todos los músculos del cuerpo la blanda gravitación, el peso exacto de la redondez terrestre. Se suele pensar que, en el , la posición de perrito somete a la mujer. Pero hay que decir que abordar por detrás a una mujer de ancas poderosas puede ser todo lo contrario: es como acoplarse a una locomotora, como engancharse en la fuerza de la vida, hay que seguirla, no es fácil, uno queda subordinado a su energía, hay que trabajar, darle mucha a, carbón para la máquina. Es uno el que queda sometido a su gran expectativa, absorto, subyugado, vaciándose para siempre en la doble esfera viva de esa mantis religiosa. Una vez vi un hombre de unos 45 años dando vueltas al parque, corriendo tras su personal trainer. Lo curioso es que era una personal trainer, y las calzas azules de esta profesora de gimnasia evidenciaban que tenía un doctorado en glúteos. Como el burro tras la zanahoria, el hombre corría tras ella sin pensar en nada más que ese seguimiento personal. No me sorprendería que a la media hora hubiera un grupo de corredores trotando detrás, en caravana. La música de los culos es la del flautista de Hamelin. Los hombres, con su legión de ratones, van tras ella, hipnotizados. Las mujeres saben aprovechar sus recursos. Yo trabajé en una empresa en el mismo piso que una arquitecta narigona (esas narigonas ys) y con un “tremendo fambeco”. Ella sabía que era su mejor ángulo y lo hacía valer, con unos pantalones ajustados que dejaban todo temblando. Era una de esas oficinas cuadradas, llenas de líneas rectas: el almanaque cuadriculado, la tabla rectangular del escritorio, la ventana, los estantes, las carpetas de archivos. Un lugar irrespirable de no ser por el culo de la arquitecta que a veces pasaba camino a tesorería o a la fotocopiadora. Su culo era lo único redondo en todo este edificio de oficinas. Lo único vivo yo creo. Nunca intenté nada (se decía que tenía un novio), pero en una época yo pensaba escribir una novela con los acoplamientos heroicos que imaginé con ella. Una novela que iba a titular, con un guiño a Greenaway, “El culo de una arquitecta”. No escribí ni dos líneas de esa novela, pero sí algunos poemas que ella nunca leyó. Me acuerdo que la veía antes de verla, la intuía en un ritmo particular que tenía el sonido de sus pasos, un peso, un roce de la cara interna de sus muslos de falsa mulata. Cuando aparecía en el rabillo de mi ojo, ya sabía plenamente que se trataba de ella. Y pasaba y todo se detenía un instante, el memo, el mail, la voz en el teléfono, todo se curvaba de pronto, no había más rectas, todo se ovalaba, se abombaba, y el corazón del oficinista medio quedaba bailando. No exagero. Además era plena crisis del 2002. Todo se derrumbaba, caían los ministros, los presidentes, caía la economía, la moneda, la bolsa, caía el gran telón pintado del primer mundo, caía la moral, el ingreso per cápita, todo caía, salvo el culo de la arquitecta que parecía subir y subir, cada vez más vivaracho, más mordible, más esférico, más encabritado en su oscilación por los corredores, pasando en un meneo vanidoso que parecía ir diciendo no, mirame pero no, seguime pero no, dedicame poemas pero no. Ojalá ella llegue a leer esto algún día y se entere del bien que me hizo durante esos dos años con solo ser parte de mi día laborable pasando con tanta gracia frente al mono de mi hormona. Y ojalá se entere también que, cuando me echaron, lo único que lamenté fue dejar de verla desfilar por los pasillos respingando el durazno gigante de su culo soñado.
(publicado en Colombia, en la revista Soho, en febrero de 2008)
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ENTRE EL ARTE Y LA VULGARIDAD DE LA "NUEVA" CULTURA POPULAR

Leyendo mails y fowards del correo electrónico voy y me encuentro con uno bastante particular que me remite a un blog colombiano, bastante interesante, sobre cultura y literatura de un formato bastante similar al de una revista, que también posee artículos de distintos medios periodísticos -de suplementos especializados en cultura- como de revistas a fines a la actividad cultural.

La nota en cuestión trataba sobre algo tan específico, entre un lenguaje vulgar-erudito, pero sintácticamente correcto, sobre las "tetas" y los "culos". Sí, leyó bien, haciendo -claro- una parodia, a mi juicio, del fetiche ual por excelencia de los hombres y enarbolado por las mujeres para uso y abuso de su . Se trata en primera instancia del Ensayo sobre las tetas publicado en la revista Brando en Noviembre de 2006 por Pedro Mairal, y en segundo lugar de la oda, El culo de una arquitecta, publicado en la revista Soho en Febrero de 2008; ambas publicadas en la ciudad de Buenos Aires y Colombia respectivamente. Si bien es largo, adjunto el texto a continuación para los blogueros lean -no sin antes una risita con sorna ceñidas en las comisuras-; y para deleite de las mujeres lectoras sobre las grandes verdades ocultas -y ya no tanto- de la conciencia invadida por los "ratones" del masculino. En el próximo posteo, como si se tratara de una novela folletinesca por entregas, aparecerá la oda al "templo" por excelencia femenino:

Ensayo sobre las tetas

por Pedro Mairal
Ahora que llega el calor y por toda la ciudad afloran las tetas con su vanguardia prometedora de un tiempo blando, vale quizá entregarse a esa curiosidad primaria que generan las tetas en la vida de los hombres. Primero están las tetas paradigmáticas, formativas. Las tetas alarmantes del cine o la TV. Depende la edad de cada uno. Para una generación fueron las tetas de la Loren en Bocaccio 70, o de Anita Ekberg en La Dolce Vita. Para otros habrán sido las tetas de la Cucinotta en Il postino, o las tetas ya más estilizadas y armónicas de Mónica Bellucci en Malena. El cine italiano siempre fue proveedor de grandes tetas mediterráneas. Las tetas americanas en cambio siempre quedaron en un tercer plano, detrás de las explosiones y los autos chocadores. Estados Unidos no fue ni es un buen proveedor de tetas, a excepción de las tetas de Lynda Carter en La Mujer Maravilla que eran bastante notables, tetas atléticas, altivas, heroicas, increíblemente controladas por ese corset con estrellitas. Wonder Woman provocó en muchos las primeras inquietudes masculinas, el primer desasosiego, esa terrible sensación de falta que nos dejaba temblando ante la tele y el Nestquik, sin entender bien por qué. Pero en general, las tetas yankis suelen ser más silicónicas, como las de Pamela Anderson en Bay watch. O, si son naturales -como en el caso de la morena totémica Tyra Banks- ni tienen gracia ni son ies. Tyra es tan poco y que en su programa invitó a un famoso cirujano plástico para probar, en vivo, que sus tetas son naturales. El cirujano se las palpó y le hizo una mamografía en directo, frente al público invitado. A Tyra, emocionada, se le entrecortó la voz explicando que hacía eso porque estaba harta de que dijeran que sus tetas no eran suyas. A nivel nacional, todavía la Coca Sarli no ha sido desbancada de su puesto de diva exclusiva del fetichismo mamario, con una filmografía entera dedicada a sus tetas panorámicas, sus tetas como auspiciadas por la oficina nacional de turismo, porque asomaban en todos los lagos, las montañas, las cataratas del país, dándole una categoría geográfica a esas tetas exhibidas a la par de la exhuberancia del paisaje. Sus largas flotaciones en la hidrografía argentina no tienen y quizá no vuelvan a tener un parangón. Después de las tetas virtuales y mediáticas, aparecen en la vida de uno las tetas reales, quizá todavía no palpables, pero sí visibles. Aquellas tetas que uno vio por primera vez , en persona, no se olvidan nunca más. Cuando estaba en segundo año del secundario, me llevé a marzo Lengua y literatura y tuve que tomar clases particulares de análisis sintáctico con una profesora que venía a casa. Se llamaba Teresa. Yo tenía quince años y ella no pasaba de los veinticinco. Era diciembre y hacía calor. Teresa venía a casa con unas musculosas sueltas, sin corpiño. Un día, sentados juntos, inclinados frente a las oraciones para analizar, le vi a través del escote las tetas, las puntas de las tetas, los pezones rosados. Sentí una alteración violenta, como si se me frenara toda la sangre de golpe y me empezara a fluir en la dirección opuesta. Ella se dio cuenta y se acomodó la musculosa sin preocuparse demasiado, dejando que volviera a pasar lo mismo varias veces. Tomé más clases, estudié mucho y di un muy buen examen. Nunca me olvidé de las estructuras sintácticas de Teresa. El relámpago clandestino de sus tetas veinteañeras le dio un erotismo a la materia que ningún profesor del colegio lograría infundir jamás. La mirada de los hombres dobla. Cuando pasa una mujer con lindas tetas la mirada de los hombres se curva, busca, se inmiscuye a través de los pliegues, a través de los escotes o los botones mal cerrados, y adivina, sopesa, sentencia. Las mujeres an sus tetas como quieren. La ropa puede levantar las tetas, ocultarlas, ajustarlas, trasparentarlas, sugerirlas, agrandarlas. Es bueno conocer todos esos trucos, no tanto para no dejarse engañar, sino más bien para participar y entregarse al juego. Las tetas de los años cincuentas, por ejemplo, eran cónicas, eran parte de un torso sólido y apuntaban amenazantes; después, en los sesentas, las tetas desaparecieron un poco de escena en el hippismo de las pacifistas anti corpiño; en los ochentas empezó la fiebre de las siliconas; y ahora las tetas son como globos apretados y empujados hacia arriba por el famoso wonder bra. Hay que tener en cuenta que el wonder bra da forma, pero también rigidez. Y es una lástima porque no hay nada como ese temblor hipnótico que va a un ritmo aparte de los pasos de la mujer, como un contrarritmo, una síncopa propia de las tetas naturales en acción. Las tetas tienen vida propia, eso es sabido; no son como el culo por ejemplo que se mueve dirigido por su dueño. Las tetas parecen difíciles de controlar. En ocasión de cabalgatas, escaleras y trotes para alcanzar el colectivo, pueden incluso ser graciosas, torpes y poco serias. Algunas mujeres sin embargo tienen la habilidad de dirigirlas. Nuestra deslumbrante Carla Conte, por ejemplo, sabe hacer un mínimo taconeo entusiasta, un rebote de afirmación, de plena simpatía, de aquí estoy, que le provoca un temblor hacia arriba que termina en una especie de vibración de trampolín a la altura de sus tetas plenipotenciarias de chica de barrio. Un movimiento que le ganó televidentes y que detiene el zapping. Dentro de los cambios evolutivos, que van del homo sapiens al homo mediáticus, la función más importante de las tetas hoy en día ya no es la reproducción sino la capacidad para aumentar el rating. Pero volviendo a las tetas reales de este lado de la pantalla, ¿cómo se accede a ellas, cómo se alcanzan y develan? Las mujeres tetonas tienen una habilidad desarrollada durante años para frenar las manos de los hombres-pulpo. El hombre-pulpo es el que no da abasto, el que ya tiene las dos manos agarrando cada cachete del culo y va por más, porque quiere además palpar simultáneamente la abundancia de las tetas y es como si les nacieran dos brazos suplementarios para alcanzar ese fin. Pero las mujeres tetonas tienen mucha destreza, saben interponer el codo y bloquear todo intento de avance. Hay que aprender que si una mujer detiene una mano no hay que insistir, sino intentar más adelante por otro lado, despacio, sin apurarse. Nunca jamás debe intentarse tocarle las tetas a una mujer antes de darle un beso, porque sería un fracaso (hay excepciones, hay abordajes muy acalorados por detrás que vienen con doble estrujamiento de tetas y beso en el cuello, pero no son muy frecuentes entre desconocidos). En general las tetas se exploran durante el beso, en lo más apasionado del beso. Una vez instalados en ese vértigo, se puede subir una mano por la espalda que explore debajo del elástico del broche del corpiño, pero sin desabrochar nada todavía, en una caricia que llegue a la nuca, que disimule un poco pero que a la vez diga ya estoy acá debajo de esta lycra tirante y no me voy a detener. Si la mujer accede tácitamente (porque nunca hay que preguntar ni pedir permiso) entonces ahí sí, se puede intentar desbrochar, desmantelar la delicada ingeniería del corpiño, desactivar esa tensión tan linda, lo elástico, lo tirante de las tetas sujetadas entre diseños de moños y florcitas. Y entonces llega la verdad, sin íntimos trucos textiles, la doble realidad pura y palpable. Entonces aparecen, asoman en estéreo, se despliegan las tetas en todas sus variantes como ejemplos de la biodiversidad. Tetas duras, nuevas, tetas derramadas, pesadas, tetas blandas, inabarcables, tetas sin caída, sin pliegue como cúpulas altas de pezones rosados, tetas apenas sobresalientes pero halladas finalmente por las manos, tetas enormes y llenas, tetas asimétricas, tetas breves pero puntiagudas de pezones duros, tetas lisas de aureolas enormes apenas dibujadas, tetas blancas, morenas, con marcas de , tetas chiquitas y felices, tetas tímidas, esquivas, o desafiantes, orgullosas, guerreras. Todas lindas, dispuestas para el beso, la lengua, el mínimo mordisco, y provocando una sed desesperada cuanto más grandes, una actitud ridícula del hombre que de repente actúa como un cachorro ciego y hambriento y desbocado. Y sin embargo esa sed no termina de saciarse. Hay algo misterioso en la atracción por las tetas. Porque, ¿qué se busca en las tetas? Las atracciones de la cintura para abajo tienen un objetivo siempre más claro y complementario, que termina consumándose sin demasiado equívoco. Pero en las tetas, ¿qué buscan los os? Que todo sea un simulacro de lactancia no cierra bien. Demasiado edípico y cantado eso de buscar repetir ese vínculo nutricio con la madre. ¿Y además las mujeres qué ofrecen cuando ofrecen sus tetas? Dicen que la existencia de las tetas tiene un propósito de atractivo ual (además de su fin alimentario). Dicen que al estar erguidas las hembras humanas tuvieron que desarrollar una especie de reduplicación del culo en la parte de delante de su cuerpo para atraer a los machos. Ése es el fin que cumplirían esas dos esferas juntas a la altura de las costillas superiores: ser un señuelo similar a un culo llamativo. La explicación parece bastante ridícula y quizá por eso mismo –porque el cuerpo humano es bastante ridículo- sea cierta. Las tetas son insoslayables. Imanes de los ojos. Las tetas invitan a la zambullida para pasarse un verano entre esos dos hemisferios. Son más fuertes que uno. Hay una fuerza hormonal y animal que supera todo intento represivo y civilizatorio por no mirar, por no quedar como un primate bizco de deseo. Mirar todo el tiempo a los ojos a una mujer con un buen escote es un difícil ejercicio de autocontrol, es casi imposible que los ojos no se nos resbalen a esas curvas, que no caigan y se entreguen con toda la mirada a la gravitación de la redondez de la tierra. Porque hay tetas que son insostenibles, y provocan incredulidad. Uno mira una vez y vuelve a mirar pensando ¿Vi bien?. Y sí, uno vio bien, y esa visión genera una inquietud, una insatisfacción total de la vida, uno quiere entrar en ese mundo blando y suave, uno se siente lejos de esas tetas, desamparado como un soldado en la trinchera. El anoréxico gusto de la época propone un ideal de mujer flaca pero con grandes tetas, algo raro que se da sólo en casos prodigiosos. Por eso la superabundancia de tetas falsas en los medios, tetas que quedan estrábicas, desorientadas, y a veces un poco ortopédicas. Se exigen mujeres escuálidas que terminan poniéndose siliconas porque sin prótesis presentarían unas tetas apenas protuberantes, tetas de bailarina de ballet; una belleza sutil y sugerida que la tele parece no poder aceptar. Una regla extraña pero frecuente hace que las tetonas sean chatas de culo, y las culonas sean chatas de arriba. Como si en la repartija hubiera que optar por una u otra opción. La mujer latinoamericana suele ser más dotada de grupas que de globos. La mujer promedio brasilera, por ejemplo, con su mezcla afro-tupí, suele tener unas poderosas pompas brunas y ser bastante chata de tetas. En cambio las mujeres europeas, nórdicas, suelen presentar - como escuché decir una vez en un canal de cable- un volumen mamario importante. Las alemanas teutonas, las suecas, las valquirias escandinavas, son mujeres con toda la vida por delante. Avanzan heroicas con grandes tetas redondas, doradas, divergentes. En Francia se hace más un culto a las tetas que al culo, y sin embargo las francesas -con excepciones normandas que cortan el aliento como la impresionante Laetitia Casta- suelen ser magras, escasas y finas. Quizá las tetas no sean indispensables, pero dan alegría. Por suerte, las argentinas, gracias al encuentro de las sangres nativas y la inmigración mediterránea, suelen tener medidas armónicas, lo que quiere decir que están bien de todos lados. Y si nos llegara a tocar enamorarnos de una mujer sin tetas, habrá que apechugar, quererla, y echar de vez en cuando unas pispeadas nomás, disimulando. Hay que tener cuidado. Un amigo tuvo un lapsus que precipitó su separación. Su novia, que era muy chata y celosa, se cansó de pescarlo mirando escotes por la calle y le vaticinó: Vos un día me vas a dejar por una tetona. Y él, queriendo arreglarla le contestó: Sin vos estaría perdido, amor, sos mi tabla de salvación. (*publicado en la revista Brando, Buenos Aires, noviembre 2006)
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LA IRONÍA DEL PSEUDO-ZURDO: "El POBRE, LA CLASE MEDIA Y EL RICO"

Antes de seguir con el tema, quiero aclarar que no concuerdo con ningún partido u orientación política, solamente no tengo preferencia por ningún extremo de esta ciencia. Pero ese extremo en particular, me exalta por la falsedad que demuestra.

La doctrina comunista exige la igualdad de derechos y bienes para todos los miembros de una sociedad, repartiendo equitativamente los recursos económicos del país, pero no conozco ninguna sociedad, dominada por algún defensor de esta ideología, en donde se cumplan (o se apliquen) tales objetivos por igual, sin hacer diferencias. Supuestamente defienden y representan a las clases bajas, o a los 'trabajadores', como se hacen llamar ellos, pero en realidad someten a la mayoría de la sociedad a la pobreza, repartiendo mínimas partes de las recaudaciones al común de las personas, y dejando el GRAN resto para la selecta clase alta que nunca faltan en ningún lado.
Y no se conforman con engañar a gente de poca cultura o "cerebros lavados", también se ocupan de criticar a "la clase media", desde un punto de vista que indica rencor hacia el que tiene más. Sin demostrar intereses en lograr "tener" más mediante el esfuerzo.
Recientemente leí en la revista 'Caras y Caretas' (Las calenturas de la clase media - Febrero de 2008) un artículo referido a la clase media, que solo se encarga de tratar despectivamente a este sector, haciendo comentarios como: ''...las clases altas son las que piensan como debe organizarse la sociedad y dan las ordenes, las clases populares son las que las ejecutan y la clase media se sienta en una silla y transmite esas órdenes. Ni piensa ni ejecuta: es la clase social de los papeles, de la burocracia''.
Creo yo que la clase media se caracteriza por su real empeño en progresar y seguir adelante a pesar de las adversidades, siempre se esfuerza al 100%, tratando de no descender en la difusa pirámide de las clases sociales.
En cambio lo que me refleja la clase baja en su gran mayoría (ser trabajador o no, no depende del estatus económico), es un deseo constante de obtener todo ''de arriba'', sin preocuparse por su educación cultural y los valores sociales mas importantes, como lo demuestran casi todos los grupos ''piqueteros'', que al efectuar sus frecuentes cortes, impiden que una gran cantidad de personas lleguen a sus trabajos, y llegan a extremos como no dejar pasar a ambulancias, un caso por demás conocido por sus consecuencias.
Lo mas reprochable es su ingenuidad (o idiotez) a la hora de elegir sus representantes, que no los representan a ellos ni a su ideología, y para empeorar las cosas, pertenecen en su mayoría a la "selecta" clase alta. Si tan socialistas o comunistas son, que repartan equitativamente sus ganancias, o por lo menos realicen actividades solidarias.
Pero que no ataquen a la clase social que no mira pasar la vida como la clase baja -sin preocuparse por sí mismos a pesar de las carencias-; aun cuando la clase alta es la que vive sin preocupaciones financieras. A parte la clase media siempre busca superarse en base al trabajo y a las buenas costumbres y/o acciones, y encima soportan las críticas y ofensas de los de los que "más tienen".
Para finalizar, quisiera que aquellas personas que defienden esta ideología, observen en Cuba -el mayor exponente del Socialismo- que no todo es tan bueno como intentan reflejarlo, se carecen de muchos servicios y productos a los que estamos totalmente acostumbrados. Seguramente cuando ellos lean esto pensaran que soy un imbecil, mientras toman su Cuba Libre.
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